El jardín de Edén, los jardines colgantes de Babilonia y los jardineros del antiguo Egipto.
¿Dónde estabas tú, dónde estaba yo hace algo más de 6.000 años?. Dicen que la memoria se nutre de los recuerdos, pero yo no puedo recordar algo que sucedió hace tanto tiempo, ni tu ni yo estuvimos allí. Antropología, arqueología, etnología, son muchas las ciencias que desean descifrar o desentrañar el pasado. La primera referencia sobre jardinería la encontramos en el Pentateuco de Moisés, o más concretamente en el Génesis bíblico donde se nos habla de un idílico jardín llamado Edén. Según la traducción de los idiomas originales -a los que los estudiosos llaman lenguas muertas- el significado de Edén es: “Placer o deleite”. Los griegos acuñaron una nueva manera de llamarlo: pa•rá•dei•sos. Desde Jenofonte (c. 431-352 a. E.C.) hasta nuestros días la idea de un paraíso se atribuye a un parque o a un extenso jardín. Los tres términos (heb. par•dés, persa pairidaeza y gr. pa•rá•dei•sos) transmiten la idea básica de un parque hermoso o un jardín parecido a un parque.
En los años cincuenta fue la inspiración de Elia Kazan para rodar con James Dean su famosa película “Al Este del Edén”, por ciertos sucesos ocurridos en aquel jardín que tenían algo que ver con el guión cinematográfico. Ha sido durante décadas el tema preferido de artistas, músicos y escritores como ERNEST HEMINGWAY -1946-. Pero, ¿realmente existió?. Volviendo al principio; el Edén bíblico, se encontraba según las cartografías modernas a unos 225 Km. al SO. del monte Ararat y a unos pocos kilómetros al S. del lago Van, en la parte oriental de lo que hoy sería Turquía. Un detalle muy interesante sobre la época es que no hay ninguna referencia ni histórica ni antropológica sobre la lluvia, es decir que hasta esas fechas, aún no había llovido o no se sabe que lo hiciera, por lo menos hasta 1.656 años después del primer hombre. Todos sabemos que para medir con exactitud la edad de un árbol, hay que contar los anillos que la lluvia a producido –un anillo por año-en el interior de su tronco. Pues bien, la revista LIFE publicó los resultados de una expedición norteamericana al monte Ararat y reveló que los troncos de árboles petrificados con una antigüedad superior a los 4.400 años no tenía anillos de crecimiento o lo que es lo mismo, no había llovido.
“No había aún en la tierra arbusto…y ninguna hierba del campo había germinado…no había hecho llover sobre la tierra”. Génesis 2:5,6 (Biblia de Jerusalén Pág.14)
Esta cita de antes del Edén hace que nos preguntemos: ¿Entonces, como se regaban las plantas?. Algunos eruditos en climatología e historia sostienen que la capa que recubría la Tierra era mucho mas gruesa y que una neblina mantenía un microclima constante como el que encontraríamos en un invernadero. La vegetación recibía el agua pulverizada, como el rocío matutino y conseguía mantener la humedad y la disolución de nutrientes de manera constante. Esta podría ser la explicación de por qué la materia vegetal primigenia era tan exuberante y variada en sus orígenes.
Otra interesante referencia histórica sobre jardinería la encontramos en la antigua Babilonia. Lo único que hoy queda de ella son un montón de ruinas irreconocibles que se integran perfectamente con el paisaje de un país como Irak devastado por las guerras. Antes de su destrucción en 539 a.E.C. a manos de Ciro el persa, Babilonia era muy popular entre otras muchas razones por sus famosos jardines colgantes, una de las “Siete Maravillas” del mundo antiguo. Si existieran hoy sin duda formarían parte del patrimonio de la humanidad.
Los jardines fueron construidos por el rey Nabucodonosor II para su amada reina meda Amytis quien añoraba los árboles y el terreno montañoso de su país natal, en contraste con el campo llano de Babilonia. Según los geólogos modernos, la antigua ciudad se asentaba sobre un conglomerado de redes subterráneas de abastecimiento de aguas que proporcionaban el riego y diversificaban las fuentes y cascadas que provenían del río Éufrates. El agua llegaba a todas partes y las plantas colgaban literalmente desde las jardineras de piedra que adornaban todas las calles y plazas. Las terrazas se había unido a través de escaleras de mármol que se elevaban desde 23 a 90 metros por encima de la planicie. Sobre las terrazas cubiertas de tierra crecían muchas flores, arbustos y árboles. Se dice que los esclavos trabajaban por turnos haciendo girar poleas para subir el agua. Desde las cisternas en las terrazas más altas, el agua descendía por caños hasta las siguientes.
En el último cuarto del siglo VII a.E.C., Babilonia había alcanzado la hegemonía en el Oriente Medio. Egipto fue derrotado en Carquemis por los ejércitos babilonios a principios de 625 a.de la E.C. En las crónicas babilónicas y posteriormente en los hallazgos arqueológicos se han encontrado suficientes evidencias como para llegar a la conclusión de que los habitantes del antiguo Egipto eran unos grandes cultivadores de la tierra. Algunos estudiosos sobre botánica y jardinería coinciden en que la cultura del BONSAI procede de Egipto y no de Japón o China como creíamos. Una prueba de ello la encontramos en el templo de Kom Ombo dedicado a Sobek, el dios egipcio con cabeza de cocodrilo y cuerpo humano. En su interior se halló un enorme bloque de piedra caliza con una consecución de jeroglíficos. En este bajo relieve se representa a una mujer portando un conjunto de tres árboles en una maceta de poca profundidad. Ella era Hatsepsut (1490 – 1468 a. C.), y su maceta un bonsai. En una de las columnas del templo de Amon en Karnak, la reina hizo grabar relieves de 275 especies de plantas y 52 especies de animales durante su campaña militar en Siria y Palestina. La sala se conoce como “el jardín botánico de Karnak”.
¿Dónde estabas tú, dónde estaba yo hace algo más de 6.000 años?. Dicen que la memoria se nutre de los recuerdos, pero yo no puedo recordar algo que sucedió hace tanto tiempo, ni tu ni yo estuvimos allí. Antropología, arqueología, etnología, son muchas las ciencias que desean descifrar o desentrañar el pasado. La primera referencia sobre jardinería la encontramos en el Pentateuco de Moisés, o más concretamente en el Génesis bíblico donde se nos habla de un idílico jardín llamado Edén. Según la traducción de los idiomas originales -a los que los estudiosos llaman lenguas muertas- el significado de Edén es: “Placer o deleite”. Los griegos acuñaron una nueva manera de llamarlo: pa•rá•dei•sos. Desde Jenofonte (c. 431-352 a. E.C.) hasta nuestros días la idea de un paraíso se atribuye a un parque o a un extenso jardín. Los tres términos (heb. par•dés, persa pairidaeza y gr. pa•rá•dei•sos) transmiten la idea básica de un parque hermoso o un jardín parecido a un parque.
En los años cincuenta fue la inspiración de Elia Kazan para rodar con James Dean su famosa película “Al Este del Edén”, por ciertos sucesos ocurridos en aquel jardín que tenían algo que ver con el guión cinematográfico. Ha sido durante décadas el tema preferido de artistas, músicos y escritores como ERNEST HEMINGWAY -1946-. Pero, ¿realmente existió?. Volviendo al principio; el Edén bíblico, se encontraba según las cartografías modernas a unos 225 Km. al SO. del monte Ararat y a unos pocos kilómetros al S. del lago Van, en la parte oriental de lo que hoy sería Turquía. Un detalle muy interesante sobre la época es que no hay ninguna referencia ni histórica ni antropológica sobre la lluvia, es decir que hasta esas fechas, aún no había llovido o no se sabe que lo hiciera, por lo menos hasta 1.656 años después del primer hombre. Todos sabemos que para medir con exactitud la edad de un árbol, hay que contar los anillos que la lluvia a producido –un anillo por año-en el interior de su tronco. Pues bien, la revista LIFE publicó los resultados de una expedición norteamericana al monte Ararat y reveló que los troncos de árboles petrificados con una antigüedad superior a los 4.400 años no tenía anillos de crecimiento o lo que es lo mismo, no había llovido.
“No había aún en la tierra arbusto…y ninguna hierba del campo había germinado…no había hecho llover sobre la tierra”. Génesis 2:5,6 (Biblia de Jerusalén Pág.14)
Esta cita de antes del Edén hace que nos preguntemos: ¿Entonces, como se regaban las plantas?. Algunos eruditos en climatología e historia sostienen que la capa que recubría la Tierra era mucho mas gruesa y que una neblina mantenía un microclima constante como el que encontraríamos en un invernadero. La vegetación recibía el agua pulverizada, como el rocío matutino y conseguía mantener la humedad y la disolución de nutrientes de manera constante. Esta podría ser la explicación de por qué la materia vegetal primigenia era tan exuberante y variada en sus orígenes.
Otra interesante referencia histórica sobre jardinería la encontramos en la antigua Babilonia. Lo único que hoy queda de ella son un montón de ruinas irreconocibles que se integran perfectamente con el paisaje de un país como Irak devastado por las guerras. Antes de su destrucción en 539 a.E.C. a manos de Ciro el persa, Babilonia era muy popular entre otras muchas razones por sus famosos jardines colgantes, una de las “Siete Maravillas” del mundo antiguo. Si existieran hoy sin duda formarían parte del patrimonio de la humanidad.
Los jardines fueron construidos por el rey Nabucodonosor II para su amada reina meda Amytis quien añoraba los árboles y el terreno montañoso de su país natal, en contraste con el campo llano de Babilonia. Según los geólogos modernos, la antigua ciudad se asentaba sobre un conglomerado de redes subterráneas de abastecimiento de aguas que proporcionaban el riego y diversificaban las fuentes y cascadas que provenían del río Éufrates. El agua llegaba a todas partes y las plantas colgaban literalmente desde las jardineras de piedra que adornaban todas las calles y plazas. Las terrazas se había unido a través de escaleras de mármol que se elevaban desde 23 a 90 metros por encima de la planicie. Sobre las terrazas cubiertas de tierra crecían muchas flores, arbustos y árboles. Se dice que los esclavos trabajaban por turnos haciendo girar poleas para subir el agua. Desde las cisternas en las terrazas más altas, el agua descendía por caños hasta las siguientes.
En el último cuarto del siglo VII a.E.C., Babilonia había alcanzado la hegemonía en el Oriente Medio. Egipto fue derrotado en Carquemis por los ejércitos babilonios a principios de 625 a.de la E.C. En las crónicas babilónicas y posteriormente en los hallazgos arqueológicos se han encontrado suficientes evidencias como para llegar a la conclusión de que los habitantes del antiguo Egipto eran unos grandes cultivadores de la tierra. Algunos estudiosos sobre botánica y jardinería coinciden en que la cultura del BONSAI procede de Egipto y no de Japón o China como creíamos. Una prueba de ello la encontramos en el templo de Kom Ombo dedicado a Sobek, el dios egipcio con cabeza de cocodrilo y cuerpo humano. En su interior se halló un enorme bloque de piedra caliza con una consecución de jeroglíficos. En este bajo relieve se representa a una mujer portando un conjunto de tres árboles en una maceta de poca profundidad. Ella era Hatsepsut (1490 – 1468 a. C.), y su maceta un bonsai. En una de las columnas del templo de Amon en Karnak, la reina hizo grabar relieves de 275 especies de plantas y 52 especies de animales durante su campaña militar en Siria y Palestina. La sala se conoce como “el jardín botánico de Karnak”.
Lo que quiero decir con todo esto es que desde una visión retrospectiva y ancestral, el hombre pertenece a la tierra y la tierra al hombre en una simbiosis perfectamente equilibrada, por lo menos hasta donde el hombre no ha intervenido arruinando mi hipótesis y otras cosas como el clima. Su primera ocupación fue conservar y propagar un jardín, luego tendría otros trabajos de campo y zoología tan creativos, como poner nombre a los animales; (Leviatán: cocodrilo; Behemot: hipopótamo…).
Hoy todos nosotros sentimos algo de espiritual y místico en simplemente ayudar a que una planta sobreviva fuera de su hábitat; del lugar en que nació hasta pasar por un sinfín de tratamientos, neveras, invernaderos, trasplantes, viveristas, jardinerías, vendedores, especuladores y una legión de técnicos.
Por fin ha llegado hasta aquí, hasta nuestro comedor o terraza, la observamos preguntándonos si lograremos entendernos, si el apadrinamiento dará fruto o será un fracaso. Los fracasos nos asustan.
Hoy todos nosotros sentimos algo de espiritual y místico en simplemente ayudar a que una planta sobreviva fuera de su hábitat; del lugar en que nació hasta pasar por un sinfín de tratamientos, neveras, invernaderos, trasplantes, viveristas, jardinerías, vendedores, especuladores y una legión de técnicos.
Por fin ha llegado hasta aquí, hasta nuestro comedor o terraza, la observamos preguntándonos si lograremos entendernos, si el apadrinamiento dará fruto o será un fracaso. Los fracasos nos asustan.
Imagen Hatsepsut. Publicada por agencia EFE. jun.27.2007.
1 comentarios:
muy bonito articulo, la historia siempre es impresionante, conocer como otras personas vivieron en epocas donde no existia la tecnologia y podian sencillamente disfrutar de las maravillas de la tierra!
me gustó mucho su articulo!
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