miércoles, 21 de abril de 2010

JARDÍN ZEN

by Becvan Boyd



O la belleza de lo simple.

El gorgoteo del agua sobre un estanque de Papiros y Nenúfares.
Pequeños rincones donde las Glicinias crecen como racimos de un hermoso color morado.
Gravas de diferentes tamaños en armonía con la madera y otros ornamentos de piedra rodeados por una fina arena blanca de marmolina donde alguien simula con un rastrillo las corrientes del mar rompiendo sobre los acantilados.
En el jardín Zen no se han sobrecargado los elementos florales ni abusado de grandes extensiones de césped o arbolado. Todo es menos abundante, pero en compensación su diseño está más elaborado, planificado de antemano.
Un paisajista, de los de antes volcó sus lápices de colores sobre la mesa de dibujo y transformó los metros lineales, los metros cúbicos y las texturas en un evocador boceto. Al admirarlo se aprecia por donde entra la luz del Sol y proyecta su sombra sobre un ondulado arriate de tapizantes. No es un lugar donde distribuir de manera más o menos acertada los vegetales y el mobiliario exterior en función de un presupuesto; es mucho más que todo eso, se trata de una filosofía de vida.
Una vez vi una piedra de molino redonda semienterrada, el parterre estaba formado por un grupo de Abelias en flor, el suelo cubierto por corteza de pino y una Tuya recortada como una punta de lanza.
No era necesario nada más.
En una sociedad en la que tenemos absolutamente de todo, cuesta prescindir de algo. Quizá llevados por la inercia laboral y la intensa actividad diaria, no tenemos tiempo para meditar. En sí mismo, lo que persigue un jardín Zen es invitarnos a la meditación.

ZEN, Significa MEDITACIÓN

KARESANSUI es un estilo de jardín seco que resulta muy interesante desde el punto de vista de la Xerojardinería y la sostenibilidad.
Algo más de siete siglos atrás los Karesansui crecían en el templo Ryoan-Ji. En sus orígenes, este tipo de creaciones pretendían representar una escena, quizá unos montes tapizados de verde sobre una colina salpicada por una espumosa agua de mar, o-karikomi, yahaku no bi, o las tallas de rocas.

Los jardines Zen tienen un claro componente espiritual…

¿Seremos capaces de vivir solo con lo necesario?
¿Podremos detenernos a contemplar la belleza de la sencillez?
¿Dedicaremos un tiempo cada día a saber quienes somos, qué hemos aprendido de nuestros errores y lo que estamos dispuestos a cambiar?
¿Sabremos ver en el intrincado diseño del pétalo de una insignificante flor anaranjada la mano de su diseñador, un paisajista universal?

La vorágine de la hiperactividad diaria nos atrapa hasta el punto de obligarnos a perder algunos de los momentos más sugerentes y evocadores de nuestra existencia. Momentos de acústica inconfundible y aromas que reparan nuestra autoestima, colores y formas que transcienden en el tiempo para devolvernos la oportunidad de respirar en calma y estar preparados para todo lo que nos espera en este futuro cada vez más incierto al que llamamos vida.

Jardines Zen Bibliografía




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