La naturaleza desarrolló antes de que el hombre caminara por la Tierra su propio medio de comunicación. Palabras que son como pequeños filamentos que vibran transmitiendo impulsos o sensaciones como un instrumento de cuerda que puede llegar a conmovernos.
Las plantas se comunican y nosotros lo intentamos hacer con ellas. Las plantas conversan con la luz aunque nosotros no podamos escucharlas. La luz le indica el camino y ellas crecen procurando su amable contacto.
El tropismo es la tendencia al crecimiento, pero decimos [foto] tropismo por su vinculación y dependencia a la luz para lograrlo. En este sentido una planta de una balconera crecerá más deprisa que un árbol en el campo. Su interacción con la luz le hace trabajar el doble, porque no le llega igual por todos lados, sino solamente por uno. En fraseología científica se diría que las plantas experimentan un gradiente lumínico mayor por el lado iluminado donde las moléculas fotoreceptoras inician su intercambio de datos.
En todo esto interviene otro factor relacionado con la gravedad de la Tierra [Gravitropismo], que muestra a la planta la dirección en la que debe crecer. En otros lugares donde los árboles reciben una iluminación asimétrica, la luz irrumpe oblicuamente puesto que la máxima que alcanza el Sol es de 50º durante las épocas estivales de crecimiento. Si no fuera por la influencia gravitatoria, en estas latitudes, las plantas se inclinarían hasta los 50º lumínicos del Sol y ninguna crecería recta o erguida.
Un paseo sobrevolando los bosques mediterráneos nos podrían dar una idea de hacia dónde dirigen los árboles su afecto. Quizá el ejemplo más conocido y admirable se encuentre en el Girasol, que tal y como indica su nombre se retuerce sobre el tallo durante todas las horas solares para no perder detalle de todo lo que la luz tiene que ofrecerle.
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