SECOND LIFE

Ahora que los avatares están tan de moda, muchas personas acarician la idea de vivir una vida –no se sabe si mejor o peor-, pero sí al menos diferente.
Desde la esposa que descubre en Facebook que su marido –un comercial que viaja constantemente- está casado con otra mujer y tiene otros hijos, otra casa y otra vida hasta aquellos que durante muchas horas, incluso hasta la madrugada han dado vida a su personaje virtual de ordenador, un sinfín de trasnochadas personas cotidianas; el vecino del cuarto, el conductor del autobús, la panadera y el dueño del kiosco sueñan con huir de sus vidas para vivir la de los demás…,

Desde siempre ha parecido atractivo tener una Segunda Vida (Second Life), como los héroes MARVEL que durante el día eran ciudadanos normales que pasaban inadvertidos, incluso parecían unos inadaptados, pero durante la noche volaban, tendían su telaraña sobre una cornisa o se convertían en una verde masa musculosa capaz de triturar el granito de un suelo de cemento.

¿Qué hace que esta vida guste tan poco?, ¿Qué no sea suficiente?

He pensado muchas veces en la película de Tom Hanks Náufrago y en cómo en unos instantes puede cambiar todo, tanto estrés y tantas prisas por entregar los paquetes de su gran empresa de mensajería [FEDEX] y ahora sobreviviendo en su isla no tenía manera de saber qué día o qué hora era.

Muchos se comportan como náufragos atrapados en sus islas, en sus vidas, no han intentado cambiar nada o mejorarlo, solo han fantaseado con otras posibilidades olvidando qué o quienes son realmente.

Un camionero gordo y cincuentón que se chatea en el Messenger con niñas adolescentes como si fuera un jovencito, haciéndose pasar por uno de ellos, todavía no se sabe con qué oscuro fin. O un cirujano al que descubren que ni siquiera ha hecho la carrera de medicina.

Un adulto que filtrea con una joven compañera de trabajo ocultando su muesca en el dedo donde durante años estuvo un anillo de casado.

[ver "Una mujer se entera del segundo matrimonio de su marido por Facebook" La Vanguardia, 05.08.2010.

Me pregunto si no tiene suficientes complicaciones vivir nuestras propias vidas para intentar vivir las que no nos corresponden; si no es suficientemente enriquecedora para nosotros la vida en la que nos enfrentamos cotidianamente a toda clase de dificultades y logramos vencerlas. Si toda esa experiencia no es mucho más positiva que un muñeco virtual al que cambiar el color del pelo con una pulsación de ratón como si con ese mismo clic pudiéramos hacer desaparecer todo lo que hemos vivido al lado de nuestra esposa de nuestros hijos o nuestros padres.

Creo firmemente que no necesitamos una segunda vida simultáneamente paralela a la nuestra, Spielberg ya lo explicó bien en su trilogía Regreso al Futuro. Si sabes demasiado sobre tu futuro se puede crear una nueva línea espacio-tiempo que podría destruir a toda tu familia.

Árboles de Pandora

La película de Avatar nos ha enseñado varias cosas, una de ellas es que siempre hay alguien dispuesto a proteger la naturaleza aunque para ello arriesgue su vida.

Que los árboles nos han amado antes y más que nosotros y que se sienten tan vinculados a nuestras vidas que no pueden entender nuestro interés por hacerles daño.

Hemos aprendido que por encima de la especulación, el dinero y el egoísmo la naturaleza continúa confiando en nosotros, regalándonos sus frutos y adornando nuestras vidas de color y sensaciones indescriptibles.

Si le diéramos tiempo, ella sola se regeneraría.

Podemos reeducar nuestra conducta para que la Tierra no perciba que nosotros seamos su plaga, para que vuelva el equilibrio natural y el clima se restaure. Para que los árboles de Pandora ni de ningún otro sitio sean puestos de rodillas a los intereses de empresarios y gobiernos sin escrúpulos expoliadores del bien natural al que todos tenemos derecho.

Un día la Tierra reclamará de vuelta lo que es suyo, los periodistas llaman a estos fenómenos: "Desastres naturales". Lo natural sería que nosotros no fuéramos el detonante y después las víctimas de esos desastres.