Tengo la teoría de que el tiempo no es un simple vector lineal con un punto de partida y una flecha en su otro extremo, más bien me da la impresión de que el tiempo es una gran espiral que nos atrapa y nos conduce inexorablemente en el mismo sentido.
Por supuesto la idea carece de rigor científico, pero nuestros recuerdos parecen girar como la sombra de un reloj de sol en una pared desconchada o como la cola de un huracán fotografiado desde el Meteosat. Nuestro tiempo da vueltas y aunque creamos que lo que estamos viviendo hoy no volverá a repetirse, lo cierto es que todo vuelve como una caprichosa moda que ya habíamos abandonado.
Por supuesto la idea carece de rigor científico, pero nuestros recuerdos parecen girar como la sombra de un reloj de sol en una pared desconchada o como la cola de un huracán fotografiado desde el Meteosat. Nuestro tiempo da vueltas y aunque creamos que lo que estamos viviendo hoy no volverá a repetirse, lo cierto es que todo vuelve como una caprichosa moda que ya habíamos abandonado.
Nuestro tiempo siempre se acaba. Como una gran espiral de círculos concéntricos, al final, el último de ellos de diámetro más pequeño, es el que ahoga nuestro último aliento. Y todo ello podría parecernos claustrofóbico si no fuera por todas las vueltas que aun nos quedan por dar, quizá un nuevo giro en nuestras vidas, nuevas oportunidades. En cualquier caso siempre ocurre algo en uno de sus círculos que hace que nos preguntemos si valió la pena.
La fantástica máquina del tiempo, lamentablemente solo existe en las películas; quizá el DeLorien de regreso al futuro o el Jacuzzi al pasado. Aún no se ha desarrollado la máquina que pueda transportarnos a un punto del pasado en el que cambiando algo logremos que nuestra vida presente sea distinta o más exitosa.
La realidad es que todo esto debemos hacerlo sobre la marcha, los círculos concéntricos son tan hipnóticos como nuestras decepciones. Es difícil creerlo ahora y en cambio es absolutamente preciso que aprendamos de nuestros errores por que en la próxima vuelta podemos experimentar algo parecido y necesitamos estar preparados.
El diseño de algunas plantas está repleto de evidencias, espirales que imitan la vía láctea abriéndose a la luz, rizomas y atractivas flores redondeadas como escaleras de caracol. Si nos aproximamos a ellas podemos apreciar que están dispuestas a confiar en nosotros y ofrecérnoslo todo. No se si alguna vez seremos capaces de imitarlas, de confiar y ofrecer o seguiremos pensando en que son hermosas, pero ingenuas.
Cada nueva vuelta en la vida nos hace más suspicaces, el tiempo se acaba como un ventilador desenchufado de la corriente cuya inercia mantiene a sus aspas girando cada vez más lentamente. Mientra llega el momento en que todo se detiene, quizá todavía estemos a tiempo de hacernos una última pregunta: ¿qué estamos haciendo con nuestras vidas?.
Posiblemente no sea necesario darle muchas vueltas.
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