Todo estaba previsto para un fin de semana al inicio del otoño de 2010. No sería nada especial excepto porque nosotros estábamos allí, en medio del olor a la leña ardiendo en el fuego y el frío de las cumbres. Paredes de piedra, techos de pizarra y jardineras de madera repletas de flores donde la tímida luz del sol untaba de mantequilla sus hojas brillantes y doradas.
Arinsal tiene nombre de poema medieval donde un caballero protege a su dama de los peligros de un tupido bosque de abetos centenarios y la devuelve jubilosa hasta el plácido remanso de la terraza de un bar donde disfrutar de una auténtica Guinness mientras el viejo escarabajo dormita a la sombra.
Todos los sentidos despiertan ante el sonido de la naturaleza acompasado por la guitarra de Mark Knopfler y la flor de tu pelo revive en tu rostro la esperanza de un mañana que no terminará nunca.
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