jueves, 6 de enero de 2011

El niño, el ratoncito Pérez y la bicicleta


-Te voy ha hacer una pregunta y no quiero que me mientas.

Mientras el niño busca la respuesta que haga menos daño, el padre se pregunta cuándo comenzó su hijo a mentir.

¿Cuándo aprende un niño a mentir?, ¿Cuándo descubre que santa Claus, los Reyes Magos, el ratoncito Pérez y el hombre del saco son todo mentiras?, O cuando su padre responde a su esposa que estaba reunido en lugar de…, he estado de copas con los compañeros al salir del trabajo. O cuando dijo: Estoy en camino, cuando debería decir: aún no he salido, o incluso, te lo traeré mañana cuando debería decir: no tengo la intención de traértelo nunca. Quizá fue aquella tarde en que sorprendió a su madre al teléfono contando las maravillosas vacaciones que habían disfrutado cuando en realidad la economía doméstica solo les había permitido durante aquel tórrido mes de verano tres visitas a la pizzería, un par de películas en el videoclub de al lado de casa, media docena de paseos por una ciudad desértica y muchas horas de sofá y televisión.

Mentirijillas, mentiras piadosas. Siempre había entendido que la piedad es un sentimiento puro de compasión, algo así como decirle a un enfermo que está perfectamente mientras se pregunta que si es así, entonces, ¿por qué continúa en la planta de pacientes terminales?

Muy cerca de la puerta del Sol en Madrid se encuentra
la casa del ratoncito Pérez, un personaje entrañable del devocionario popular español. El niño coloca cada uno de sus dientes de leche debajo de la almohada, al día siguiente hay un regalito que habría dejado el infatigable ratoncito.
Andando el tiempo, ese mismo niño jugando a los investigadores, remueve todos los cajones de la casa encontrando fortuítamenente sus antiguos dientes en una cajita de caramelos de regaliz, los preferidos de su madre.

Desde muy niño aprende a disimular o evadirse de la realidad por temor a perder sus regalos. Su realidad se endulza de fantasías al genuino estilo Walt Disney y hace sinónimos mentiras de imaginación. Renunciando a todo ello se convierte en un ser nada creativo, suspicaz, pragmático y egoísta. Todavía recuerda la vez en que su padre le prometió comprarle una bicicleta y hoy que ya es adulto y tiene su propia fuente de ingresos odia las bicicletas porque le recuerdan todo lo que su padre no hizo por él, todas aquellas promesas huecas y personajes ficticios de una infancia adormecida sobre
cuentos y mentirijillas.

0 comentarios:

Publicar un comentario

Geranios

Casa de Louis Van Gaal copia/
Related Posts with Thumbnails

Me GUSTA