Siempre llueve cuando no llevo el paraguas, es como si las nubes me estuviesen esperando escondidas, acechándome. Lo más singular de todo esto es que mientras pienso que la culpa es de las nubes, lo cierto es que yo no empleo nunca ni medio minuto en averiguar si hoy necesitaré el paraguas.
En jardinería, podemos afirmar que las plantas no se “nos” mueren para fastidiarnos o porque nos tienen manía, es sencillamente que no nos tomamos el medio minuto necesario para saber lo que necesitaban.
Una compañera de trabajo confesó:
“A mi madre nunca se le mueren las plantas, en cambio a mí, parece que ya agonizan desde el primer momento en la tienda”
¡Las madres!; no olvidemos que son grandes cuidadoras y el resultado más evidente de ello somos nosotros. Ellas pertenecen a otra época o entorno cultural, uno en que las cotas de producción, los gráficos de ventas y el marketing no eran tan necesarios.
Solo hacían falta tres cosas:
• Tiempo
• Paciencia
• Motivación
¿Por qué decimos que no tenemos tiempo si desde siempre, los días han durado 24 horas? Está claro que todo depende de en qué empleamos todas esas horas con sus 1.440 minutos.
Hubo una época en que había tanto tiempo libre –aún no se habían inventado los Reality show ni la Play Station- que se popularizaron unas libretas de ejercicios llamadas Pasatiempos, en sus páginas se podían encontrar crucigramas, sopas de letras, marcar las diferencias..., seguro que las recordamos. Ahora bien, ¿cómo puede ser que antes se tuviera tanto tiempo libre si tomamos en cuenta que la mayoría de la gente practicaba pluriempleo y las jornadas laborales superaban con creces las ocho horas?
La respuesta se resume en una sola palabra: SIMPLIFICACIÓN.
Para simplificar algo necesitamos desnudarlo de todos sus lastres y abalorios innecesarios, no nos imaginamos a un corredor de velocidad cargado con una mochila o ropa de invierno. Dicen que hasta el pelo corporal hace que se pierdan valiosos segundos para entrar a tiempo en la meta. Con esto no estamos diciendo que tengamos que rasurarnos todo el cuerpo, pero si que necesitamos aprender la lección de simplificar. No siempre más es mejor, debemos ser muy selectivos. Escoger menos cosas que hacer, pero que sean de entre aquellas que nos hagan sentir dichosos o plenos, que enriquezcan nuestra mente, nuestra creatividad o que fomenten los valores universales que nos vinculan con otras personas.
Todo esto lleva tiempo y exigirá de nosotros paciencia. Una semilla plantada hoy no crecerá hasta alcanzar su máximo esplendor como planta hasta que llegue su debido momento. Los resultados pueden parecer lentos, pero luego son también duraderos, no hay nada más que dar un vistazo a algunos árboles cuyas edades superan los 2.000 años.
Mientras tanto, mientra cultivamos un ser vivo y vegetal, también cultivaremos motivación. Es posible que no haya nada tan gratificante como tener un hijo, y algunos lo agrupan entre otras cosas tan importantes como escribir un libro o plantar un árbol.
De las tres opciones, la única que no falla, la que tiene más posibilidades es plantar el árbol. ¿Te imaginas que después de muchas generaciones alguien diga de ti, este árbol lo plantó mi bisabuelo? Sería un niño que sin conocerte admiraría lo que hiciste hace varios siglos.
Por lo tanto: antes de salir de casa, comprueba que no necesitas el paraguas, antes de adquirir una planta simplifica tu tiempo para cuidarla como ella se merece, no te arrepentirás.
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