Un lunes como otros en el que la gente se duerme en el tren mientras se dirige al trabajo, se cruzan miradas anodinas y soporíferas sin interés en conocer a nadie.
Una mañana que podía haber sido más fría o más cálida, pero que con toda seguridad era de hoy y no como los cruasants que intentaban venderme con el café.
Pensaba en el viejo libro de Aldoux Huxley “Un mundo Feliz” en el que su autor pretendía que cada uno habíamos nacido para un tipo concreto de cosas que nos haría felices. Todo esto ocurría en el año 2.540, así que, ahora que hemos estrenado recientemente el 2.010, para ser felices aún nos faltan 530 años.
Mientras pasa todo este tiempo y los días se alargan como lo hace la última hora de un lunes en el trabajo, me concentro en algo que descubrí sobre una pared de piedra rodeada de cementos, una pequeña florecilla parecida a una margarita aunque en realidad era un Paludosum. “Chrysanthemum paludosum”. Estaba creciendo en una insignificante hendidura en la piedra, tenía muy pocas posibilidades y sin embargo contrastaba con el gris cemento de una naturaleza muerta.
Llegué entonces a la conclusión de que nosotros si lo deseamos y somos luchadores también podemos sobrevivir entre las piedras, precisamente eso era lo que hacía que fuera hermoso el pequeño tallo de margarita.
http://es.wikipedia.org/wiki/Un_mundo_feliz
Una mañana que podía haber sido más fría o más cálida, pero que con toda seguridad era de hoy y no como los cruasants que intentaban venderme con el café.
Pensaba en el viejo libro de Aldoux Huxley “Un mundo Feliz” en el que su autor pretendía que cada uno habíamos nacido para un tipo concreto de cosas que nos haría felices. Todo esto ocurría en el año 2.540, así que, ahora que hemos estrenado recientemente el 2.010, para ser felices aún nos faltan 530 años.
Mientras pasa todo este tiempo y los días se alargan como lo hace la última hora de un lunes en el trabajo, me concentro en algo que descubrí sobre una pared de piedra rodeada de cementos, una pequeña florecilla parecida a una margarita aunque en realidad era un Paludosum. “Chrysanthemum paludosum”. Estaba creciendo en una insignificante hendidura en la piedra, tenía muy pocas posibilidades y sin embargo contrastaba con el gris cemento de una naturaleza muerta.
Llegué entonces a la conclusión de que nosotros si lo deseamos y somos luchadores también podemos sobrevivir entre las piedras, precisamente eso era lo que hacía que fuera hermoso el pequeño tallo de margarita.
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